18.10.11

Aire

Las ventanas temblaban. Temerosas. Remolinos de polvo. Los sueños se juntaban en un torbellino de sueños recién robados a los somnolientos. Las ideas, los anhelos y los deseos, secuestrados por las ráfagas fuertes de una sola corriente.

Y mientras tanto, las ventanas y las puertas seguían en un continuo orquestar de golpeteos y alaridos de picaportes. Los gatos ocultos entre los arbustos, bañados en tierra, tierra ajena a su jardín; ellos se visualizaban danzando entre los remolinos, ascendiendo hacia la luna, a su hogar antiguo, aun visible en las cielos matutinos.

Los peinados mas extravagantes en las cabelleras de las damas, sus horas de belleza perdidas ante los suspiros de las nubes, con todos su aromas claudicando ante la fuerza de las turbinas automáticas del mundo moderno.

Pero al cielo azul, claro, sin malla, desnudo, falsificaba los entornos de las sierras y las montañas, cortaba como filo enfermo la ciudad desvelada y fresca. Y las balas temieron, por fin ante una fuerza superior a la suya.

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