23.7.11

Violencia

Videos, torturas, minutos desgraciados, sádicos, gritos, órdenes, cadáveres decapitados, fosas, ejecuciones, encarcelamientos injustos, muerte, drogas, abusos sexuales, asesinatos, violaciones, pedofilia y más, en un país que intenta ser superior a otros con una difusa máscara color violencia. Desafortunadamente es en lo que se sobresale ¿Cuántos muertos llevamos hoy?, ¿A cuántos enfriaste? Déjame matarlo. Mátalo. Dispárale entre los ojos. Báñalos en plomo. Córtales los dedos. Sácale un ojo, en corto. Desollamientos. Miembros cercenados. La sangre en unos machetes, que antes usados por nuestros hombres de sudor y trabajo, ahora usados por hombres sin un trabajo, sudor frio en sus espaldas, dedos índices en los gatillos. Muerte a sangre fría. Ojos cerrados, cuerpos con un rostro irreconocible, maniquíes de un escaparate grotesco. Las familias de las victimas lloran en silencio, cómplices de lo que fue su situación, su cotidiano andar, los minutos contados. Aquellos, nunca llegarán a viejos, otros tantos no lo lograron, yacen tirados, acostados -soñando en su efímero poder- sobre banquetas, jardines, a mitad de las calles, sobre escaleras, en restaurantes, sentados en su instantánea tumba, con los brazos flojos, estirados, saliendo por las ventanas de sus camionetas. No hay final en su obra teatral, un buen director hubiera bajado el telón después de que un niño tomara un arma, disparara a sus hermanas y reventara su cráneo con dos disparos en sus ideas infantiles, infanticida. Pero no, aun no, sin final, la obra sigue con actores que se desvanecen en distintos escenarios, sombríos, ante la luz incandescente del día, quema, los incinera y ellos sin saberlo, inmolados, recorren a toda velocidad los kilómetros de un país que no tiene nombre, o que si lo tuvo, lo está perdiendo, cada letra se deslava, se agrieta y cae en una charco de pútrido olor, carente de tonalidad, ausente en las palabras. Únicamente queda una letra sostenida por el dedo meñique de una mujer con tres letras tatuadas en su muñeca. Paz.

15.7.11

Sin titulo


Vuelo una mañana, las piernas débiles, unos pasos lentos y una exposición de los Beatles, la espera viendo números pasar en una pantalla muda. Espesas nubes almidonadas cubren los cielos serenos azules, pasando entre ellas, ansias, adrenalina y miedo relamen los ecos de una ciudad que queda atrás.


El sol pegaba en una tarde de mayo, lágrimas, tropiezos, tristezas, un girasol desviando la mirada hacia su eterno vicio, apenado, un poco empático y con pena en su corazón oscuro. Luego vendría el sopor del desenlace, la resignación y los celos ajenos, aun con la herida al rojo vivo. Nuevos aires y los amigos en pausa, el hombre delgado se desprende y deseoso de experimentar recorre kilómetros, sus decenas multiplicadas y una ceguera en su futuro tan blanca como la leche, toma un vaso que escasea.


Las nubes, cobijas de cielo, mantas de un sol observaron claras, grises, inquietas, pasajeras. Otra sala con pantallas mudas me dice todo. Esperar ileso, querer regresar, sin fuerzas, permanecer lo mejor. El aire es denso y la temperatura arriba, sombras de mi vida caben en una maleta, vienen conmigo empacadas con alegrías, los recuerdos en un folder Manila.


La primer avenida, recorro los parques, una parte del cielo que jamás vi, una parte del rey que nunca me alumbró. Ojos, miradas, palabras, consejos. Una casa sola, vacía, se llena de pensamientos, palabras llenan sus esquinas; un libro absorbe los conjuntos. Habituarse a una soledad que no es extraña, las charlas con ella serían extensas, me platicaría de sus fracasos y sus manías, me consideró su confidente, después me regalaría sus llaves. Un sueño gana y con el un despertar en otra latitud lejos de casa.


Todos nosotros hemos dado una vuelta al astro, aquel que ahora nos incendia, una vuelta que me acerca al inicio, una vuelta que me dice que sigo vivo con el pulso que se acelera, una vuelta que me acerca a estrechar las manos del perdido, el de la pared rayada en conjuntos de cinco y que ahora se borran como la mecha de una vela de junio.

13.7.11

Azucena

Hoy me he visto y no era yo. El reflejo de esa persona me aturdía, doblaba mi conciencia y cortaba mi reputación. Una extraña en mi casa. Deseo matarla. Ahorcarla. Apuñalarla, pero me es imposible. La he visto en sueños y en divertidos parpadeos, aunque me domine su sonrisa lineal, siento muy en mi el deseo de matar.

Azucena en "Azucena y el espejo"

11.7.11

Uvilov


At Uvilov



http://www.conarte.org.mx/prensa/presenta-uvilov-un-concierto-muy-visual