22.4.11

Listening to Regenbogen stelen van prostituees on Vinyl

Partituras

Me faltan notas musicales para escribirte una canción. Me sobran versos para los coros. Pero más me sobran las ganas de estrujar tu diamantado cuerpo entre mis brazos de caña de pescar.

Tatuajes

Tengo unas lágrimas tatuadas en mi corazón.
Tengo tus lágrimas tatuadas en mi corazón.

Noche Sin Fin

Desafiando los disparos de fuego y el cotidiano destino, surcamos las calles, acompañados de otros sonidos, acordes sintéticos, colores herméticos.

Calles y colonias, las llantas lamiendo el pavimento, valerosas sonrisas gimiendo en la negrura de la ciudad desnuda y violada.

Flotando en las calles, la muerte -aromatizante barato- me hace imaginar mi muerte en un hotel sucio y oculto con la prostituta que viene en el asiento del copiloto.

Deseo

Sonrisas en tus dedos, acariciando las mejillas de sus ojos.

Presa

Nunca podré decirte cuanto te amo, porque la tormenta de tus besos inundó mi presa debil, ahora submarina.

21.4.11

Omar Rodriguez Lopez Group @ Vive Latino 2011 - Walk The Plank

Omar Rodriguez Lopez Group @ Vive Latino 2011 - Walk The Plank

1.4.11

Sesión

El resplandor de los edificios ciega la mirada de los transeúntes, mientras una falsa pareja se toma fotos, disparos de la lente captan su vano amor plástico. Los tacones de una mujer resuenan en el pavimento. Su vestido rojo entallado desvía las miradas de los hombres sedientos pero tímidos. Un vestido con botones de rosas y su hombro izquierdo descubierto, se mueve con un contoneo totalmente arrítmico en contra del latido de su corazón centelleante, pulsante.


El fotógrafo, bronceado de tanto estar expuesto a flashes invertidos, clama por sonrisas y abrazos de cemento mal formado. Las palomas, con su caminar marcando los segundos de un reloj suizo, observan el derroche de movimientos, dolores, rezos y palmadas.


Durante la sesión el sol se oculta, sabio primordial, conocedor y reconocedor de los chistes que cuenta la vida, le da pena mostrare antes los enamorados de banalidades, le da vergüenza el acto, prefiere morir en una explosión estelar o simplemente cometer un suicidio. Imposible, la tarde aun sigue su camino, 4 p.m., tendrá que esperar o arreglar un eclipse.


Gafas obscuras, tenis, camisetas cortas y escotes desfilan ante la pareja. El fotógrafo clama por posiciones, pide recuerdos, momentos nunca antes sucedidos, deseos fingidos y caricias salvajes para plasmar en los rollos incendiarios. Sostenida sobre un tipie, lo que parece ser una cámara fotográfica ultra moderna, se asoma un revolver de seis tiros. Sin pensarlo y con todos los deseos del mundo y la mente en blanco, el fotógrafo toma el revólver y apunta a la mujer. Primer disparo. Las palomas se tiran al vuelo. Su pecho enrojecido la paraliza, aun con vida mira su herida. Segundo disparo. Su cabeza es marcada y cae como piedra al suelo. El hombre lanza un alarido bestial, tercer disparo, su garganta es silenciada y su corazón con ella. Sus cuerpos yacen en el pasto, separados por dos metros; lejos uno del otro aun en la muerte. Los transeúntes ignoran la escena y siguen su camino.


El vestido de la sensual mujer los advirtió de la sangre derramada y no vieron su futuro en el.

La Pieza

El sonido de sus pasos cobijaba la galería. Dibujos, pinturas, grabados, instalaciones, fotografías y transparencias alimentaban su hambre de inspiración, influencias externas.


Paredes blancas adornadas, sofocadas por trabajos anónimos extranjeros de otras latitudes menos calurosas oían los pasos suaves, sonoros de aquellos zapatos kilometrados del hombre sin nombre, mutilado de sentimientos ajenos, envidioso de ideas, ladrón del tiempo e inmortal vista. Su camisa blanca, arremangada en sus brazos dejaba ver las ilustraciones que un día sin número en su adolescencia, una mujer sin apellido dibujara sobre su piel ceniza; ilustraciones que al mirarlas lanzaban a los ojos expectantes a un mundo de dicha y falsedad.


A lo largo de las salas de la galería, las ilustraciones se alimentaban del arte exhibido, sus brazos se volvían mas coloridos, memoria ilustrada, por fin se podía ver la memoria de los pasos de un hombre. Cada metro de vida recorrido se podía ver en cada centímetro de la piel de sus brazos; aunque ya quedaba poco espacio sin color -lo que podría indicar que sus días estaban por llegar a su fin- la belleza de esos recuerdos era sin igual.


El otro día que lo encontré en esa misma galería no vi espacio libre en su piel, en sus brazos, antebrazos, bíceps, la full-sleeve de su vida estaba completa; ya ahí, en medio de la galería, sobre la duela lustrada, aquel hombre se hincó, ambas rodillas tocaron el suelo y su aliento se disolvió con el del aire acondicionado, sus brazos cayeron libres a los costados de su experimentado cuerpo y su cabeza se inclinó como diciendo una oración. No hubo más que mirar, la nueva adquisición, una obra que tardó más de 27 años en completarse, se mostraba en el centro de la galería.