9.7.10

El Imperio del Perro

Erase una vez un perro que amaba mordisquear los calcetines de su amo. Cierto dia, un rastro de hilos pertenecientes a calcetas deportivas fue encontrado desde el dormitorio hasta el patio, pasando por el baño y la cocina. La casa, muda de aullidos de hombre y palabras de perro, aguardaba el vaho que despide la hierba al salir el sol. El aparato tecnológico; recolector de letras, mensajero de sonidos, aguardaba bajo la silla del mueble del computador por algunas yemas infecciosas que presionaran sus botones oxidados de comunicacion. Rasguidos en el patio borraban el silencioso andar del viento dentro de la casa, que se podía tomar como una vibración proveniente de la bomba atomica de los amantes, detonada millas a la lejanía. Aquel can, rudo de facciones pero tierno en emociones, daba un paseo circular en el patio y amenazaba con lanzarse a la carrera de una mariposa extranjera en los espacios aereos hogareños; pero un color vivo de uñas despertó su atención. Un dedo meñique descasaba en la unión entre la casa y el pasto .La dama, dueña de esos imperios apareció en la puerta, el sabueso la miró a los ojos y ella a el. Se miraron como si fuera a implosionar el mismo universo en solo unos pocos metros cúbicos.
Ojos.
Hocico.
Labios.
Fauces.
Saliva.
Baba.
Carmin.
Sangre.
Tela entre los colmillos del can, presagiaba un terror. La dueña, emperatriz de un pueblo corrupto, trató de tomar la tela, pero su destino le cobró el mismo saldo en contra que al expropietario del meñique.

Comenzaba el reino del sabueso...