29.9.11

Epidemia

En la noticias dicen que hay una epidemia, que todos moriremos, que consigamos comida en lata, pilas y una radio será lo mejor. Serenarse y esperar. Mañana moriremos todos. La voz de las noticias muere. La epidemia avanza más rápido de lo esperado. Es mejor adelantarse al doloroso desenlace. Un hombre se quita la vida, su sombra aun se mueve por el pasar de las horas, la cuerda que lo sostiene lo une a nosotros aún. Una pareja envenena a sus hijos, no son lo demasiado fuertes, ellos sufren lo que sus hijos no. Los muertos aumentan, desolación, cadáveres, destrozos y basura en las calles, el nuevo paisaje del sexenio. En lo que va de la epidemia, han muerto mas personas que en las guerras del hombre. De pronto un boletín presidencial suena en las radios, heridas de muerte, hambrientas de baterías; la voz aunque entrecortada, es segura y calurosa: la epidemia ha sido erradicada. Los muertos se alinean en los hospitales, el gobierno desea contabilizar las bajas de su población, números, estadísticas. Una triste mirada desencaja en el ministro de salud. El pánico hizo presa al hombre, la mayor parte de los fallecidos no tiene rastros del virus fatal. Como hojas en otoño, miles de cuerpos bajo los puentes de la ciudad, miles de sogas en los cuellos de la humanidad.

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